"Esta tarde de enero no tiene la pureza
de aquella tarde muerta que ya echaste al olvido;
sobre la misma hierba, cansada, se ha tendido,
y enferma de recuerdos, la hermanita tristeza…
Sin embargo es la misma transparente belleza…
El viejo campanario, y el paredón florido,
y el amate a la vera de la senda erigido
con los brazos abiertos a la humilde pobreza.
De las casas hincadas bajo de la arboleda,
la tarde está agitando sus pañuelos de seda,
y la vida en el pueblo pisa alfombras de calma.
…Y yo no quiero nada: me dejo de ser mío,
porque sobre el camino —largo como un hastío—
persiguiendo tu sombra se va toda mi alma".
"La tarde en el pueblo", Alfredo Espino
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