Salud empezará a vacunar a partir de la semana 28 de gestación tras recibir esta semana la confirmación del Ministerio de Sanidad de que se recibirán más dosis de vacunas
El consejero de Salud, Aquilino Alonso, ha anunciado hoy que Andalucía empezará a vacunar a las mujeres embarazadas que se encuentren entre las semanas 28 y 32 de gestación a partir del próximo lunes 30 de noviembre. Para ello, se cuenta con 14.180 dosis de vacunas adicionales que ha notificado por escrito esta misma semana el Ministerio de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad y que estarán disponibles en los centros de salud andaluces.
Recientemente, la Consejería de Salud confirmó que esta vacuna se incluiría en el nuevo calendario vacunal a partir del 1 de enero de 2016, siguiendo las recomendaciones que los expertos de la Comisión Asesora de Vacunas realizaron tras haber analizado, en los últimos meses, las características epidemiológicas de la comunidad.
La tos ferina es una enfermedad respiratoria infecciosa de origen bacteriano, que puede afectar a cualquier edad. En adultos suele cursar con muy poca sintomatología, pero en los niños más pequeños son frecuentes las complicaciones, sobre todo respiratorias, que pueden obligar a la hospitalización.
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El conseller, este lunes, en el Hospital General de Castellón.EL MUNDO
Un tiempo donde el
mismísimo viento recorre con paso ligero sobre la tierra, entra en nuestro
hogar y nos muestra el frío aliento no sólo de su boca, sino el frío que se
haya en cada mirada incompasiva, y así nos enseña que abrigarnos no basta, que
hay otros fuera en la cúspide de la desdicha que no tienen forma de escapar del
in comprensivo puño de la pobreza, y que esos a quienes abrigamos con bondad y
buenas intenciones, terminan siendo por nuestra propia mano, abrigo para
nosotros con la crisis han perdido su casas sus trabajos .
En esta navidad demos amor, ayudemos a los que no
tienen, hagamos felices a
nuestros seres queridos,
disfrutemos de momento hermosos, recordemos la niñez a
nuestros seres queridos que están y que no están
Que no están seguramente nos están guiando desde el cielo, mantengamos el
espíritu navideño en nuestros corazones y recuerda que lo más importante no es
lo material sino pasarlo con nuestros seres queridos y dar amor.
El nacimiento de Jesús marcó la esperanza en el mundo entero deja que la
Navidad te envuelva de Amor.
“Que el próximo año esté lleno de bendiciones, de sueños por soñar, de
nuevos caminos por recorrer, de salud para brindad, de amor para llenar el
alma, de canciones que enriquezcan el sonido de la vida, de amaneceres llenos
de sol y anocheceres llenos de lunas, de abrazos que abracen la vida Dedicado a
mi amiga Paqui Zambrana , por ser una
luchadora y sigue luchando por los demás en los desahucios
Virgen María en su Inmaculada Concepción. La imagen ocupa un lugar central,
constituyendo el eje de una composición claramente que se ve reforzada por la
presencia de figuras de ángeles, dos a cada lado de la Virgen.
La Virgen de largos cabellos castaños y finos rasgos faciales, adopta una
posición en contraposto y responde a la típica iconografía mariana de esta
advocación en la época, ya definida en el Renacimiento. Sus manos se tocan en
actitud de oración, mientras su cabeza se inclina ligeramente hacia la derecha
con la mirada baja. Sus pies se apoyan sobre cinco cabezas de querubines y
media luna plateada. Viste túnica de tonos rosáceos de cuidados pliegues y
manto azul marino. Sobre su cabeza, corona de estrellas y resplandor dorado, y
dos angelitos desnudos que sujetan con una mano una corona que se disponen a
colocarle. otros dos ángeles mancebos, éstos vestidos, que sujetan y despliegan
su manto. En la franja inferior se aprecia un paisaje, algo oscuro y de cielo
nublado, en el que aparecen salpicados los atributos bíblicos que elogian la
belleza de María y que rezan las letanías. Precisamente Cesari crea un
prototipo concepcionista en el que las alegorías forman parte del paisaje,
solución que se generalizará en la pintura barroca. Son, entre otras, la torre
de David, la puerta del cielo, el ciprés, el pozo de aguas vivas, la vara de
Jesé, la fuente sellada, el huerto cerrado con el árbol de la vida, el olivo,
la torre de marfil... Entre las nubes, el sol a un lado, y la estrella de la
mañana al otro.
Destaca en esta obra barroca un ligero tenebrismo perceptible en los
contrastes de luz entre la luminosa túnica y los radiantes rostros de las
figuras, especialmente el de la Virgen, y el propio manto de ésta y el fondo de
la obra, más oscuros.
Esta pintura se encuentra expuesta en la Iglesia de Santa María la Mayor de
la ciudad de Andújar, en la capilla de Don Jerónimo de Reinoso, situada en la
cabecera del templo en el lado del Evangelio. Aquí se encuentra el sepulcro de
este presbítero fallecido en 1626, y preside el espacio un hermoso retablo en
cuya parte central se exhibe el cuadro que nos ocupa.
Realizado en el primer cuarto del siglo XVII, es obra atribuida a Giuseppe
Cesari, también llamado el Caballero de Arpino (1568-1640), pintor manierista
italiano nacido en Roma.
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Otra obra desconocida de la Inmaculada del siglo en Santa Maria la Mayor de Andújar Recuperar patrimonio es lo que se ha hecho con este cuadro de la Inmaculada, un óleo anónimo de principios del siglo XVIII. Estaba en la Parroquia Santa María de Andújar en un estado lamentable. Los trabajos de restauración han durado diez meses hasta descubrir la pintura oculta por el negro del humo de un incendio.
Se llamaba Juan Canyamàs y, mientras lo sometían a tormento, confesó que había escuchado al Espíritu Santo. Éste le prometió que si acababa con Fernando de Aragón, la corona sería para él. Así que le alcanzó en parte posterior del cuello con una espada ancha, corta y afilada. La herida, que no fue mortal por poco, tenía dos trayectorias: una hacia la cabeza y otra hacia la oreja. “No le matéis”, ordenó el monarca, ensangrentado, cuando los miembros de su séquito se abalanzaron sobre el agresor y lo dejaron malherido de tres cuchilladas. Isabel la Católica se desmayó al recibir la mala nueva. “¿Dónde está mi rey y señor? ¿Es muerto o vivo?”, clamó. “Seguidme, mis doncellas, y tenedme por las axilas que a pie quiero ir al palacio”.
El intento de regicidio tuvo lugar en Barcelona el 7 de diciembre de 1492, en la Plaza del Rey. El tablero de la política -la local y la exterior- tenía a la Corte con los nervios a flor de piel. Conquistada Granada oficialmente a comienzos de aquel año, aún no se habían cumplido dos meses del descubrimiento de América, y las naves de Cristóbal Colón ni siquiera habían emprendido viaje de regreso. Si Canyamàs hubiera logrado su propósito -fue reducido cuando se disponía a dar el segundo golpe-, el navegante genovés se habría encontrado a la vuelta con una Isabel viuda. Pero el episodio se zanjó con siete puntos de sutura, los que su marido recibió en el cuello tras las deliberaciones de los físicos y cirujanos locales.
Los hechos, las frases y, sobre todo, los detalles fueron recogidos por Miquel Carbonell, que entonces era archivero real de Barcelona. No presenció el crimen, pero se encontraba trabajando en el archivo, que daba a la Plaza del Rey, y escuchó el griterío. Poco después, cuando el autor del atentado fue bárbaramente ajusticiado, tras haber declarado que actuaba al dictado de Dios y por el bien común, el archivero envió una carta a un amigo en la que relató lo que había pasado. Lo hizo con tosquedad, pero con profusión de datos, describiendo la conmoción de los barceloneses, que daban pábulo a todo tipo de teorías y conspiraciones.
Carbonell incluyó ese documento en sus ‘Chròniques d’Espanya’, escritas en catalán. Aparece en la recopilación ‘Reportajes de la Historia’, de Martín de Riquer y Borja de Riquer (Editorial Acantilado); dos tomos voluminosos que son una invitación a la lectura en las plácidas tardes de verano.
Cuenta el archivero que el asesino frustrado del rey Fernando era un payés que se había criado en Francia. Se decía que lo habían desterrado a aquel reino a causa de una rebelión de campesinos catalanes que se oponían a las servidumbres y a los abusos de la nobleza (los remensas). El propio monarca aragonés había intentado dar carpetazo a aquella prolongada querella al redimir a los payeses de la mayoría de sus obligaciones mediante el pago de una indemnización a los señores (1486).
Se ha mencionado ese conflicto como un posible móvil, entre otros, del atentado de Barcelona. Sin embargo, las autoridades aseguraron que Canyamàs estaba chiflado, ya que aseguraba haber recibido un mensaje divino; o eso al menos fue lo que dijo a sus torturadores y lo que se convirtió en la versión oficial. Sin embargo, el archivero Carbonell admitió en su carta que las personas que habían alojado a Juan Canyamàs antes del crimen contaron que no había nada raro en él y que “hablaba con buen entendimiento”.
Cuerdo o no, el payés decidió matar a Fernando en el Palacio Mayor de Barcelona. Escogió un viernes, que era el día de la semana que el monarca dedicaba a escuchar “las súplicas y lamentaciones de los pobres miserables”. El payés se escondió en una iglesia contigua, de donde salió a las doce del mediodía aprovechando que su víctima hacía acto de presencia en las escaleras de palacio.
"Le temblaba el brazo"
Relata Miquel Carbonell: “Y cuando el rey hubo descendido el segundo peldaño y él, como traidor, andaba detrás, saca la espada desnuda que tenía dentro de la capa y da con ella un golpe entre el cuello y la cabeza al rey, que si no hubiese sido milagro de nuestro Señor y custodia de la Virgen María (el rey aquel día de viernes ayunaba) le hubiera separado la cabeza de las espaldas en un tris”.
Fernando volvió a nacer porque en aquel fatídico instante realizó un movimiento descendente en las escaleras que amortiguó el impacto. Además, a Canyamàs “le temblaba el brazo”. El fracasado regicida fue reducido cuando intentaba rectificar su flojera con un nuevo y más certero intento. “Le dieron tres puñaladas y lo hubieran muerto y dado cuenta de él allí si no hubiera sido por la misericordia del rey que dijo en su castellano: ‘No le matéis’”.
Acto seguido, Fernando se llevó la mano al cuello y comprobó que manaba sangre de la herida. La cubrió con una prenda que llevaba encima y caminó hacia sus aposentos, donde le dieron a beber un vino fuerte que le hizo musitar: “Se me va el corazón; tenedme fuerte”. Al escucharle, los presentes prorrumpieron en llantos y gritos, pero el rey se reanimó y dijo que no temieran por su vida; un pronóstico confirmado más tarde por los cirujanos, que entre curar el corte con “aguas fuertes” o con puntos de sutura escogieron lo segundo. Todos reconocieron que el monarca se salvó de chiripa, ya que la espada no tocó “la vena vital” por milímetros. Si lo hubiese hecho, “nuestro señor, allí en el acto, habría caído muerto”.
La reina Isabel irrumpió en palacio desencajada, en compañía de sus doncellas y seguida por una multitud. Pero su semblante se transformó cuando la informaron de que Fernando se restablecería. “Parecía resucitada de casi muerta que estaba (...) Era tanta la gente que corría y venía al palacio, que yo creo que ni en Roma, cuando muere el Papa, ni en parte alguna del mundo ha habido tanto lloro, tanto tumulto y tristeza”, escribió Miquel Carbonell.
Juan Canyamàs, entre tanto, estaba en manos del verdugo. “Le han atormentado un poco -indicó el archivero- para que dijese la verdad por si se fingía loco; y cuando le tomaban declaración unas veces decía que Dios y el Espíritu Santo se lo habían mandado hacer; y otras decía que él era el rey legítimo en lugar del rey; y que lo había hecho por el bien común y no sé que otras cosas de loco, orate e insensato”.
Fernando el Católico dio por sentado que el hombre no estaba en sus cabales y pensó que lo mejor era perdonarlo. Sin embargo, el Consejo Real corrigió esa decisión, “sin que él sepa nada” y antes de que Isabel mostrara también clemencia. Reservó al reo el suplicio más cruel que se pueda imaginar: ser mutilado en vivo, lentamente, a la vista de la chusma, durante un macabro paseo por la ciudad de Barcelona.
Juan Canyamàs fue colocado desnudo sobre un “castillo de madera, tirado por un carro”. Lo ataron a un palo y lo llevaron de procesión, primero al lugar del atentado, donde le cortaron “un puño y medio brazo”, y luego a otra calle, donde le arrancaron un ojo. Más allá, le sacaron el otro ojo y le seccionaron la otra mano. “Así caminando lo desmembraron quitándole ora un miembro ora otro, hasta sacarle el cerebro; y así le hicieron morir sufriendo, que era cosa de piedad. Y nunca se movió ni habló ni decía nada ni se lamentaba, como si diesen sobre una piedra; y con gran barullo de muchachos y de gente joven que le caminaban en derredor, delante y detrás”.
Los despojos del payés fueron apedreados e incinerados con el castillo de madera. “Y puede decirse -concluyó Miquel Carbonell- que en estos días habían ocurrido tres milagros seguidos: el uno, que no se nos muriese el rey; el otro, que el loco no hubiese sido muerto también en el acto, pues de morir ambos enseguida, la gran desventura nuestra hubiese sido no saber nunca la verdad de este caso; y el otro milagro, cómo la ciudad estaba toda conmovida y en armas a punto de alborotarse”.
Escrito por #lolamata @MdoloresMata
Juan Canyamàs con una espada ataco a Fernando el católico
El viernes 22 de
octubre de 1965, a las 9,30 de la mañana, la presa reventaba no pudo soportar
la cantidad de agua que embalsaba en ella.
El agua estaba en el
pantano retenida mientras los obreros limpiaban el río, llego a la capacidad de
lleno total.
El 22 de octubre de
2015 se cumplirán cincuenta años de aquella tragedia. Los Saltos de Torrejón
son dos presas unidas por un canal, que en el momento del accidente estaba en
construcción. La ataguía que frenaba el paso del agua a ese canal se rompió, y
en una fracción de segundo, se desató la catástrofe.
El embalse estaba al máximo de su capacidad
Ningún trabajador lo había visto antes tan lleno. Entre los obreros y sus
familias había miedo. Incluso, .Cuando la ataguía falló, el embalse estaba a
sólo 83 centímetros de la cota máxima normal autorizada.
Al precipitarse la tromba de agua sobre el
lecho seco del rio, donde trabajaban aproximadamente 400 obreros. En breves
segundos el cauce del rio subió como la espuma, alcanzando cotas de altura
nunca vistas y aumentando el caudal conforme el agua discurría violentamente
por el muro reventado. En el túnel inundado se encontraban trabajando 50
obreros que quedaron aprisionados y con escasas posibilidades de rescate. A
otros, la tromba de agua les sorprendió en el lecho seco del río, aunque éstos,
al estar al aire libre, a duras penas pudieron ponerse a salvo. Las máquinas,
tractores, turbinas y herramientas de trabajo quedaron inmediatamente
sepultados bajo los miles de metros cúbicos de agua desalojados.
. Aproximadamente 54
muertos y la pérdida de varios cientos de millones de pesetas fueron las
conclusiones finales del suceso. Con anterioridad, las especulaciones se
hicieron sobre el alcance del accidente. El final, el triste final, todavía
retumba en la mente de los que vivieron tan dramáticos momentos.
Los obreros que vivieron la catástrofe y participaron en las labores de rescate piensan que el número de víctimas fue mucho mayor.
Ellos fueron los encargados de localizar a los compañeros muertos para que las obras pudieran continuar. Rescatándolos con una grúa
Las mujeres y los hijos de una buena parte de
los obreros vivían aguas abajo de la presa, en el poblado que Hidroeléctrica
Española, concesionaria de la obra, levantó para que se alojaran durante el
tiempo que duraba la construcción. Aquel día tuvieron que refugiarse en la
sierra.
A los pocos días del accidente tuvieron que
volver a los tajos y a las casas. El silencio, nos han dicho, era infinito. Los
padres enfermaban, y los hijos veían cosas que un niño jamás debería contemplar:
los cadáveres desfigurados que aparecían en el río, las decenas de ataúdes que
llegaban al poblado, los funerales por sus vecinos y amigos.
Las víctimas que nadie reconoció o reclamó, se
enterraron en el cementerio de Toril.
El héroe del río y la tumba desconocida
A la tragedia de Monfragüe no le faltó un héroe, que sirvió al Gobierno y la compañía para distraer la atención sobre la inmensa tragedia. "El héroe de Torrejón", así bautizó la prensa de la época con todo merecimiento a José Martín Malmierca, un avezado conductor de grúas natural de Malpartida de Plasencia que se encontraba trabajando en el cauce seco del río en el momento del accidente y salvó con una cesta enganchada a la pluma de su grúa a 25 o 30 compañeros. Recibió de Franco la medalla del mérito al trabajo y el ofrecimiento de Hidroeléctrica de trasladarse a trabajar a las oficinas de la central en Madrid, lo que él declinó. Malmierca fue también premiado con una visita a Roma y la revista Alba la pagó una estancia en Marbella.
El envés de esta historia es la del trabajador de Arroyo de la Luz, Agustín Oliva, cuya tumba fue hallada por la familia en 2007 en el cementerio de Toril, una pequeña aldea de Monfragüe. Tras 42 años desaparecido, sus hijas, María Victoria y Felisa, una de sus hijas, descubrió la carta que el juez de Navalmoral de la Mata que instruyó el caso envió en su día al Ayuntamiento de Arroyo de la Luz, informándole de la ubicación de los restos de su padre. La carta fue entregada a su tía, pero la mujer no sabía leer.
Para los niños del
Salto de Torrejón, aquel poblado obrero, aguas abajo de la presa, fue el
escenario de una infancia maravillosa que se rompió el 22 de octubre de 1.965.
A sus viudas les
dieron unas insignificantes indemnizaciones, con una cápsula abajo donde decía
que no reclamarían más dinero.
Las familias empezaron
a pedir las cuentas y se marcharon, muchos de aquellos niños hoy recuerdan a
sus amigos de infancias.
El mismo día de la catástrofe comenzó la
investigación judicial.Cinco años después, la Audiencia Provincial de Cáceres
sobreseyó el caso y no hubo juicio.
En 1967 las obras de
la presa habían finalizado. Las excavadoras echaron abajo el poblado y todo
terminó. Pero aquellos niños, que hoy son hombres y mujeres repartidos por toda
España, han vuelto a encontrarse en un foro donde la magia de Internet ha
conseguido resucitar “su pueblo”.